Sube la temperatura en las oficinas

14 mayo, 2018

Se acerca el verano y, con él, el calor, venerado por unos y temido por otros. Una de las principales batallas que se libran en los trabajos de oficinas es tratar de establecer una temperatura idónea del ambiente, tanto de la calefacción en otoño e invierno como del aire acondicionado en primavera y verano. Se pueden generar auténticas disputas entre frioleros y calurosos por imponer la temperatura más satisfactoria para cada uno de los bandos. En definitiva, el disconfort térmico causa infinidad de quebraderos de cabeza. No en vano, la lucha por hacerse con el control de la temperatura ambiental ha generado multitud de discusiones y ha llegado a hacer tambalear más de una relación entre colegas.

Hay que decir que, por regla general, las mujeres suelen ser más frioleras que los hombres. No se trata de un tópico, puesto que existen estudios científicos que lo certifican. Y es que, cuando nuestro cuerpo está en un ambiente frío, se cierran los vasos sanguíneos de la piel para impedir que se pierda calor. Ese proceso es más rápido en las mujeres. En los hombres, la sangre sigue fluyendo por la dermis, que es la que proporciona las sensaciones térmicas, de modo que perciben menos el frío a costa de malgastar sus calorías.

El fisiólogo Francisco Mora, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, explica que «la mujer, enfriando su propia piel mediante procesos biológicos activos, se defiende del frío extremo, pues crea con ello una especie de coraza sobre su cuerpo, a lo que también ayuda su mayor capa de grasa subcutánea. Con esta coraza pierde menos calor, y conserva así más calor en su cuerpo».

Pero, ¿qué nos dice la legislación de prevención de riesgos laborales sobre este controvertido asunto? El Real Decreto 486/1997, por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, indica que:

• La temperatura de los locales donde se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas o similares estará comprendida entre los 17 ºC y los 27 ºC.

Como puede comprobarse, esta franja de temperatura es excesivamente amplia, y no ayuda demasiado a concretar cuáles deben ser los parámetros adecuados. Por ello, para arrojar un poco más de luz y particularizar algo más, disponemos de la Guía Técnica del Real Decreto 486/1997, elaborada por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene el Trabajo (INSHT), que recomienda:

• En el caso de locales cerrados donde se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas o similares, sin radiación térmica ni corrientes de aire, siempre y cuando los trabajadores lleven ropa acorde a la estación climática, la temperatura del aire óptima en invierno estaría entre los 20 ºC y los 24 ºC. Mientras que, en verano, la temperatura óptima se situaría entre los 23 ºC y los 26 ºC.

También contamos con la Guía Técnica del Real Decreto 488/1997, sobre disposiciones mínimas de seguridad y salud relativas al trabajo con equipos que incluyen pantallas de visualización, que coincide en recomendar idénticos valores:

• Las condiciones climáticas de los lugares de trabajo constituyen un factor que influye directamente en el bienestar y en la ejecución de las tareas, por lo que deben ser contempladas en el acondicionamiento de los puestos de trabajo con pantallas de visualización.

Se recomienda que la temperatura operativa sea mantenida dentro del siguiente rango:

  • En época de verano: 23 ºC a 26 ºC.
  • En época de invierno: 20 ºC a 24 ºC.

Por ejemplo, en plena época estival, cuando el aire acondicionado está activado dentro los parámetros citados anteriormente, hay trabajadores que siguen padeciendo disconfort térmico. En estos casos, la situación tiene una solución bastante sencilla: las personas más frioleras pueden echar mano de una chaqueta de entretiempo que atenúe el disconfort.

Sin embargo, cuando el aire impacta directamente en el cuello, la nuca, etc. de los trabajadores afectados, la cuestión es más compleja. Ya no se trata de un simple disconfort, sino de una exposición directa, más o menos prolongada, que puede provocar diversas patologías (catarros, laringitis, faringitis, etc.). En estos supuestos, la solución es más compleja y pasa, generalmente, por reubicar el puesto de trabajo para prevenir y evitar males mayores.

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